Todo el día dormitó en el sofá cama mientras él aporreaba el ordenador, creyéndose el salvador de su mundo. Al caer la noche, tras una cena que no recuerda apenas, pues sonaba la televisión al fondo de la terraza, salieron a la calle. Un bar de barrio, agradable. Unas calles más, y entran en un lugar diferente. Ella se ríe y baila, cree que la angustia que sintió, no tiene cabida, pero a medida que el alcohol se desliza por la garganta de él, no está segura. Debió hacer caso a su instinto, coger las cosas sin explicación y largarse de allí.
Al rededor, gente entrada en edad, mujeres exageradamente buscadoras de cariño, de charla, de admiración. Hombres de caza, ella, allí, en mitad de un lugar al que sabe no pertenece, se siente incómoda, él no. Es conocido del lugar, a la vista está...Se disculpa diciendo no hay nada más por allí, y a ella, no sé si le importa, o si solo quiere salir corriendo.
Empeora por momentos todo, la bebida sigue y le sinceridad salta. Ella no bebe, necesita la cabeza despejada. -Tienen lo mismo que tú entre las piernas, no importa la edad. -Me la han chupado mejor, y hace un gesto de introducción de un miembro en la boca y mueve la mano, hincha el moflete...Ella no se siente mal por ser comparada, aunque las palabras siguientes intenten arreglarlo, ha dicho y hecho aquello con total sinceridad. -Es verdad que no le han puesto el amor que tú le pones a todo, eso vale más que una buena mamada.
Sonríe, tonta, sintiéndose estúpida y queriendo huir, pero no lo hace, como si por quedarse allí anclada, aquello no acabara de ser dicho.
Calla y no le dice, que su boca entre sus piernas no ha creado nada parecido a un orgasmo, pero no lo dice, no merece la pena después de aquello siquiera intentarlo una vez más.
El paso del tiempo trajo unos brazos etéreos que jamás tocaron su cuerpo, pero la llevaron a la luna. Unos labios de nube, que no la besan ni la comparan, la elevan a ver la tierra desde una lejana estrella de color rojo, lejana, preciosa...Ahora sabe que el amor no hace daño, que es paciente, que no falta al respeto. Ya nadie va a salvarla, porque no tiene necesidad de salvación. No busca amor, lo tiene en algún modo, no busca sexo, tiene amor!
Recuerda el monólogo de él a un piso compartido al que solo puede llevarla si no está su compañera, una chica, que por supuesto, no toleraría su presencia, ni tan siquiera las llamadas de teléfono. Ella aún desconoce todo esto, pero se lo imagina y así era. Arrastran los pasos, en la calle hace calor y el corazón de la mujer, se duele, se arrepiente a cada paso, se tambalea al ritmo de él. Habla de irse a trabajar lejos, pero el paso de los años, ha demostrado que todo eran sueños y fantasías, un puedo y no me atrevo, como mucho de lo que la cuenta.
Cae seco, de piedra, rígido mientras la llama amor en el sofá. Lo mira y va a por una manta para taparle. Dormirá sola aquella noche. Él despertará de día y bajará las persianas para estrecharla en la cama contra sí y besar sus cabellos, pedir disculpas, pero ella deja que se duerma y se levanta. Friega, desayuna lo que pilla y empieza a darse cuenta que aquello, no es lo que supone. Ha estado sola, tirada, abandonada en un lugar hostil sin más compañía que el ruido del teclado y la televisión que nadie mira. Ha estado y está sola. Es tiempo de recapacitar e irse, de no disculpar lo indisculpable. Una oportunidad más: se arrepiente!
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