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Playa del Silencio |
Sigue siendo irremediable la ausencia en noches de tormenta. Siguen los perros ladrando en la orilla del mar. Allí se quedaron mientras la mía me acompaña camino a casa, dos pasos por delante. Me paro y agacho y ella da marcha atrás, no se da la vuelta y me lame, posa su cabeza en mi hombro, y yo pienso en hacer la bolsa para el fin de semana. Subir un puerto juntas de nuevo, dejar atrás gritos de gaviota y los focos de los pesqueros mientras varan cerca de acantilados negros. Se refleja su luz en las aguas oscuras, y las de los aviones que ya vuelan bajo encaminándose a Oviedo.
Mi perra y mi tormenta, saben a donde escapa mi cabeza mientras los paso se dan solos. Hoy no estaba la pareja de otros miércoles, no sé si lo han dejado o si ella se ha cansado de asientos de coche y exige una cama.
De igual modo, ahora en casa, chiquita, con un jardincito de cuento, con un corral de las casa de antes, arrimamos ambas un tronco a la lumbre, más por placer que por frío, este año el otoño se porta bien con mi espalda. Una lamparita y ese fuego es todo lo que necesitamos para sentirnos en casa.
Allí, en la otra casa, montaña arriba, nos esperan nuestros gatos y nuestras chicas. Algún amigo para un paseo y un café, el antiguo trabajo, que es el mismo que el de ahora.
Mi perra prefiere venirse conmigo aunque se quede sola esos ratos. Tiene su corral para hacer hoyos, y casi cada noche, ambas bajamos a la playa. A las dos nos gusta esta soledad impuesta por mí misma.
Es irremediable tener tormentas en otoño, y si el tiempo no las crea, mi alma agita las nubes y llueve dentro, de puertas hacia dentro hay otro clima que el sol de mis risas. La muerte se asoma tras de los visillos al hacerlo yo, la miro y sonrío y le guiño un ojo. Ella no comprende, pero a veces, veo que me sonríe como a una vieja compañera, a una conocida a la que no tiene prisa por llevarse, está en mi alma instalada. Le ha cogido el gusto a esta muerte de a ratitos, y a mi risa al correr por la cocina o al reír las gracias de mis chicos.
-Que salga la cocinera, que la conozco! Que esas manos valen la gloria,
y sigue pidiendo mi presencia mientras lo arrastra un policía.
Hoy le han parado tres veces, tras cuatro meses por la ciudad, hoy los astros se la han jugado, no ha aparecido en todo el día...
Me es imprescindible hoy que cese en mi cabeza cualquier tormenta de madrugada. No te pierdo, nunca te tuve. Camino irremediable a algún lugar trazado en las estrellas y nosotras dos, perra y compañera, nos miramos y tenemos paz por hoy.
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