martes, 11 de noviembre de 2014

Cuando los gatos duermen






Ya no me pregunto ni pienso nada. Nada quiero adivinar. El invierno es largo a partir de enero y pronto vuelve la luz. Justo entonces el invierno quiere agredirme con heladas fuera de lugar. Es entonces cuando brotan las primeras flores.
Hay nieve, todo lo viste de novia lejana.
Mi vestido no es blanco, ni siquiera lo llevo. Para unirme a ti me bastan mis brazos. Para ser parte de ti, me basta con que no me olvides.
No soy tu esposa, ni tu amante. No soy la musa ni la mujer que te desvela. Soy el tiempo en tu mente!
Soy la voz dormida en tu boca. La que no tiene nombre ni estación en que florecer.
Tengo el poder que tú me diste. No vas a alejarme un solo paso más. Tu mente enloquece y yo no salgo de ella porque así está escrito. Es difícil de entender si no se cree en el destino. Siempre hay un lugar, una música y un verso. Una palabra justa que me trae. Un momento indefinido en el que a solas, ves mi imagen imaginada. Casi me viste hoy en el cristal de un bar, en la espuma de un café, en el remolino de la fuente, en el hielo de un vaso.
Me escuchas al caer el silencio en tu rostro. ´
Yo no me pregunto nada, no tengo respuestas para dioses que no escuchan. Tú no tienes certezas tampoco para dioses dormidos. Más están escritas en el borde de una hoja, en el azulejo de un garito desde el que me llamas antes de sentarte en una acera. Yo ya no espero en los parques, está helando, hace frío dentro de casa, hace calor en el fondo de mi alma. Eso es todo lo que tengo a las dos de la mañana, cuando los gatos duermen y mi perra me reclama.


 

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