Te podría escribir, y contarte de nuevo ese cuento, en que tú eras el fin, y yo el príncipe de tus sueños.
Escribirte de abril, o del mes en que nos conocemos, de esas noches de ayer, contemplando juntos el cielo.
Y quisiera también, que me pesen los ojos sin sueño, que no velen las lágrimas hoy todo aquello que ahora es recuerdo.
Yo quisiera sentir, como antes de este tormento, en que una canción, se me cuela fuerte en el cerebro, y duele el motor de mi pecho.
Si pudiera aspirar una vez, el perfume perdido del tiempo, y comer tirados por el suelo ,el manto de nieve en invierno. Si pudiera volver, a creer que tú me amabas, yo podría soñar otra vez y no posar mis pies en el suelo.
Pero no estás aquí, y vas caminando de otros brazos, te acurrucas allí, y como si fuera ayer ahora otro sonríe en tus sueños. Supongo que ni estás allí ni en parte alguna, que el dolor que creas es tu forma de sentir que la vida es otra cosa. No es rosa la flor, ni el aroma de flores es dulce, ni la sal puede amargar, ni a tu paso se posan las nubes, pues eres al fin, tanto dolor como amor provocas, el principio del fin, de ese tonto que no te conoce.
Quisiera poderte escribir y contarte que me sangraron los pies por ponerme de puntillas para verte venir. Te diría que te espero en las noches en que otras mujeres bailan para mí.
Pero al fin entendí, que tú desamas así, rompiendo las piedras del camino con tus tacones manchados de noche. Que desarmas así, sin quedarte, sin irte, sin venir.
--Mayo--
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