lunes, 27 de febrero de 2017

No es recuerdo si se olvida.





No es recuerdo si se olvida.
Se siente hasta arrancar el alma y las ganas de vivir. Lo cotidiano se vuelve tristeza, tedio, dolor, falta de ilusión.
Cae en llanto, rueda, pero el dolor permanece entre la carne, se agarra al cerebro para sorber sus sesos, sus corrientes y dejarlo sumido en tinieblas.
Yo lo retrato en mitad de la tarde. Quieto, inerte, eterno en una imagen sin colores chillones. Lo firmo y lo miro hasta que deja de dolerme.
A veces lo pongo por escrito y digo cosas sin sentido. Atribuyo olor al color, color a la música, danza a los números. Creo un mundo para él, lo dejo allí, al aire, que el salitre lo cubra, que mis cabellos sequen el agua.
Lo siento hasta la destrucción de mí misma, ya no es el recuerdo ni el dolor los que me hacen daño, soy yo. Es entonces cuando lo dejo ir, de a poco, sin darme cuenta.
Pero no todo, no siempre todo, hay una reminiscencia antigua que viaja conmigo, que no sé qué es pero que vive dentro de mis entrañas como matando el olvido.

--Mayo--



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