Podrías pensar que tengo razones suficientes
para querer follarte,
que la amabilidad de mis palabras,
es el disfraz atípico de lo perverso.
Imaginar también que este ímpetu en subirte la autoestima,
conlleva consigo el deseo de querer bajarte las bragas.
Puedes sospechar incluso que contigo mi lengua
se está moviendo siempre en el lugar equivocado.
Que al fin y al cabo soy un hombre.
(Esa maldita etiqueta)
Y tú eres tan bonita que todavía no me creo
que no haya una ciudad a tu nombre.
Que cada vez que descruzas las piernas sube la marea
y hay un naufragio del que no quiero salvarme.
Y tienes esa pose imperfecta,
entre la ingenuidad y el descaro,
entre lo cotidiano y lo irreal
que consigue hacer terrible
todo aquello que está lejos de ti.
Puedes tener el total convencimiento,
de que cada adjetivo lleva implícito una miga de pan
para no perder el camino hacia tu boca,
que cada verbo es una pista de hielo
para hacer que resbales lentamente
y tu caída y mi mano,
parezcan una más de nuestras casualidades.
Suponer tal vez que es estrategia,
una táctica ya usada en otros muslos,
donde yo echo de menos no encontrarme
y tú has dejado de buscarte por si me hallas.
Intuir también que estas manos escriben
porque no pueden tocarte
y tú no quieres tocarme
para que siga escribiendo.
Puedes pensar y estás en tu derecho
de que solo quiero follarte.
Pero a veces la verdad es mucho más simple
y a pesar de este alrededor que me rodea,
de este ir y venir de gente conocida,
de una sonrisa aquí,
de una copa allá,
del abrazo del "amigo",
o de esas bocas que no saben ni que existes,
tú sigues siendo todavía el único modo que conozco
de no sentirme solo.
que la amabilidad de mis palabras,
es el disfraz atípico de lo perverso.
Imaginar también que este ímpetu en subirte la autoestima,
conlleva consigo el deseo de querer bajarte las bragas.
Puedes sospechar incluso que contigo mi lengua
se está moviendo siempre en el lugar equivocado.
Que al fin y al cabo soy un hombre.
(Esa maldita etiqueta)
Y tú eres tan bonita que todavía no me creo
que no haya una ciudad a tu nombre.
Que cada vez que descruzas las piernas sube la marea
y hay un naufragio del que no quiero salvarme.
Y tienes esa pose imperfecta,
entre la ingenuidad y el descaro,
entre lo cotidiano y lo irreal
que consigue hacer terrible
todo aquello que está lejos de ti.
Puedes tener el total convencimiento,
de que cada adjetivo lleva implícito una miga de pan
para no perder el camino hacia tu boca,
que cada verbo es una pista de hielo
para hacer que resbales lentamente
y tu caída y mi mano,
parezcan una más de nuestras casualidades.
Suponer tal vez que es estrategia,
una táctica ya usada en otros muslos,
donde yo echo de menos no encontrarme
y tú has dejado de buscarte por si me hallas.
Intuir también que estas manos escriben
porque no pueden tocarte
y tú no quieres tocarme
para que siga escribiendo.
Puedes pensar y estás en tu derecho
de que solo quiero follarte.
Pero a veces la verdad es mucho más simple
y a pesar de este alrededor que me rodea,
de este ir y venir de gente conocida,
de una sonrisa aquí,
de una copa allá,
del abrazo del "amigo",
o de esas bocas que no saben ni que existes,
tú sigues siendo todavía el único modo que conozco
de no sentirme solo.
--Ernesto Vallejo--
Besos de agua de Mar
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