sábado, 6 de enero de 2018

La teoría de las arañas de patas largas





No sé de dónde saqué esta tarde este recuerdo. También me llegó al rato, curiosamente, un video de arañas látigo. No tienen tanta pinta de arácnido,  pero su tamaño es mucho más impresionante que las de este recuerdo.

Era normal en mí cantar por todas partes. En público no me gustaba demasiado, pero si estaba agusto y no me sentía observada, era muy fácil oírme. Cuando me ponía en el hueco de la escalera aún lo era más. Eco, acústica, caja de resonancia. Aquello era lo más.
Entonces, en la televisión siempre salían unos micrófonos de cable eterno. Por supuesto, había que incorporar todo el atrezo. Cuando cantaba rancheras, me ponía un pañuelo en la cabeza y encima un sombrero. En una de esas, al girarme ante el espejo del comodín, descubrí que tenía el cabello ondulado y larguísimo. Esto abría la puerta a un montón más de interpretaciones.
Si además echaba mano a algo largo, un mandil o algo que pudiera usar para hacer la caracterización más creíble, había que hacerlo.
Mi público, el mejor, cómo aplaudían, cómo se emocionaban, y yo con mi maleta o baúl porque claro, había que  ir de viaje, eso era perfecto, y llevar mi arte y voz al mundo. 
Pero volviendo al micrófono, era como el detonante para cantar más alto y mejor. Desde la maza del mortero, que ya se veía algún micro a pilas, las bolas del balaustre, que aunque no se movían del sitio, daban mucho juego para bailar y actuar como los grandes artistas. Y mi favorito entre todos, pasando por los palos de la fregona y del cepillo, que esos para bailar a lo Carrá iban muy bien, mi sin duda micro por excelencia era la comba.
Sí, sí, con aquellos extremos de madera y la cuerda, y entonces, no por el rubio, si no por la voz, podía imitar a Bonnie Tyler y cargarme agusto su para mí "Etojaren" y para el mundo mundial "It´s a heartache".
No me valía con cantar haciendo el mamarracho "guachum guachi", para todos los idiomas en los que de pequeña escuchaba cantar. Yo de idiomas nada, ni entonces ni ahora, pero sí imitar que los hablaba y desde luego el acento, tenía ese pequeño don. Tengamos en cuenta que yo era una artista mundialmente conocida, no podía ser de otra manera.
Ya introducidos en mi "pequeña entrada", os contaré que la mayor parte de las veces, todo era arte sin ningún tipo de estudio u observación científica. Pero en ocasiones, mi cara e incluso a veces mis manos o antebrazos, sentían algo raro y casi diría que preocupante.
No era la emoción de los vellos de punta por tan grande arte, que podía haber sido, faltaría más! También curiosamente, me sentía observada, y no había nadie. Mis fantasmas habituales además no solían molestarme en tan grandes momentos. No, no eran ellos, era algo que no tardaría en descubrir. Pero había que seguir cantando y observando.
Rápidamente, y no exagero, entonces mis sentidos absorbían todo, me di cuenta de quiénes me observaban y entré casi en pánico. La sensación me decía rápido si estaban allí o no. Pronto localicé en la parte alta de las esquinas a las arañas de patas largas. 
Por mi cara, empezaba a notarse un cosquilleo parecido al del frío en el rostro, pero no era igual. Subía hasta los pómulos y se extendía hasta mis orejas sin invadirlas. Si el tema en cuestión, la voz, el ritmo  o tono les agradaba más, entonces se extendía el cosquilleo por el dorso de mis manos y por mis brazos. Lo peor, era que a veces giraban y yo había visto que eso lo hacían cuando tejían alrededor de sus presas. Algunas se volvían locas dando vueltas. Cuando no estaban lejos de mi alcance, empecé a ver que no había presas y que si dejaba de cantar, al poco, paraban.
Ahora tocaba saber qué temas funcionaban con estos horrendos seres para mí.
Era una época, en la que en un pueblo, no se podían pedir milagros musicales. La televisión y la radio sin embargo, acercaban lo que yo creía era el amplio mundo musical, que hoy quizá no fuera nada.
Crecí viendo las pelis de Marisol Ana Belén, Rocío Durcal, y esas canciones no parecían motivar mucho a las arañas. Tampoco aquel Brasil-Brasil, o Venecia sin ti, o el Lili Marlen de Vera Lynn o Marlene Dietrich o montones de oes más.
Tampoco siempre mi adorada Bonnie, pero sí les gustaban algunas de Cecilia, una que otra de Nino Bravo, e incluso aquellas óperas que yo, atrevida, inventaba. Canciones inventadas con acento Barroco. Esas no solían fallar.
Un día se lo comenté a dos niñas con las que jugaba. Estábamos en la escuela de los chicos. Ya no la conocimos como tal. Yo cantaba, jugábamos a algo relacionado. Todas supongo queríamos ser famosas, no como hoy en día, a la manera que nos vendían en aquellas películas lacrimógenas o ñoñas, pero que encajaban bien con nuestra realidad de niñas de pueblo.
Una de ellas, comenzó a sentir los síntomas que me llevaron con unos 7 años al estudio y teoría sobre las arañas de patas largas. Yo ya llevaba un rato sintiéndolo. Al rato lo describió la otra. 
Paré de cantar y les expliqué mi observación y teoría. Por entonces, yo ya sabía que no funcionaba con las arañas que había a patadas en la casa de Asturias, o por sus campos y cuevas. Ahora sé que son opiliones, pero yo entonces creía que era la raza de arañas de patas largas de Asturias. Como las vacas, eran distintas a las de León, para mí tenía sentido.
Algo muy importante era la acústica, si había un ligero eco funcionaba mejor. Esto lo supe tras cantar los mismos temas en distintas estancias o en otros espacios. Una vez que entre las tres comprobamos que funcionaba, seguí cantando, pero siempre mirando que uno de aquellos bichos no me cayera encima, emocionada en una de sus danzas.

--Mayo--

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