La lluvia debió limpiar mi rostro, el salitre disimular las lágrimas. el sabor de los adioses no dados. Pero en estos momentos, mientras tú juegas en tu mundo, yo sueño a tu lado. Te pienso esta mañana, tus labios en los míos, una foto antigua, una canción que dice para siempre. El reloj que no llevo no marca ninguna hora, No tengo prisa, sólo los gatos me miran aquí sentada, a obscuras en mi teclado. No estoy sola, estoy conmigo. Quizá en algún momento al alba, antes del último sorbo y la última calada me recuerdes o imagines tumbada de lado en el colchón. Mientras supongo las personas duermen o lo intentan. La muchacha que sueña, la que habla en esos maravillosos y endemoniados teléfonos modernos...Yo ya casi nunca utilizo los datos, desde que soltaste mi mano, dejó de tener importancia la magia de los what. Cuando ya sabes las respuestas, no haces las preguntas, cuando has dado todo de golpe, ya te guardas lo que te queda. Pero llueve y huele a primavera. Me recompongo las ropas, estiro las arrugas de mi piel, nada más me viste ni necesito en esta habitación del frío. Lo que me daba calor nunca cubrió más que a instantes mi piel. Pero la luna crece y el dolor no es prioritario, no le doy poder a ese sentimiento, sólo respiro una vez más sobre tu nuca, una vez más sonrío sobre tus labios. No sé si lo sientas, no importa hace mucho, no ha lugar, pero a veces lo haces para siempre.
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