Una mujer muerta se sentaba en la acera. Las piernas entreabiertas, el cigarro en la mano, el humo ascendiendo en la niebla.
Esa mujer tiene entre sus cabellos los tiempos venideros. Los aventa como al trigo.
Su cabeza se inclina. Despereza a la muerte. Se yergue, se estira, se vuelve.
Esa mujer tiene los ojos olvidados, me mira sin verme. Aspira mi aroma, le es familiar. Tararea algo en bajo "dame el tiempo que no te haga falta"...
Se pierde entre las voces y los pasos arrastrados. Es de noche y se diluye entre los claro obscuros, es de noche, siempre es de noche cuando recuerda que soy yo. La que perdió mi voz, la que creyó ver un reflejo y era ella, y era yo.
No sé si es tiempo, pero muero estando muerta por volverme a ver.
--Mayo--
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