martes, 30 de mayo de 2017

Cuentan...










Cuentan que la Bella Durmiente
nunca despertó de su sueño.
...
--Leopoldo María Panero--

Javier Vayá Albert







Has estrellado tu risa
contra mis sueños.
En implacable asombro cotidiano.
No te conozco,
no sé a qué vienes ni de dónde.
...
Arañando con salvaje dulzura
la telaraña onírica,
reventando el himen de la noche,
desmintiendo el chantaje azul siniestro
de un cielo impropio.
Ignoro si eres musa o súcubo
pero aguardo la ofrenda de versos
que portas en la hoguera de tu pelo.
Seguramente ya sabes lo que tengo que decirte;
Ya no tengo edad para decirte las veces que me he roto.

--Javier Vayá Albert--

domingo, 28 de mayo de 2017

Nos persiguen











Nos persiguen
por eso;
por ir, por amar
por desplazarnos
sin órdenes
...
ni cadenas.
--José Revueltas--

Una tarde



Cuando éramos pequeños recorríamos los lugares más abruptos. A pelo, sin cuerdas, sin calzado adecuado. Volvíamos magullados, las rodillas peladas, la ropa sucia, llena de verde, pero era el placer de la aventura.
Quién sabe si podíamos llegar a encontrar un tesoro de los moros, un cuenco de algún rey, una onza de plata, un sueño entre las hierbas, porque al menos yo, encontraba montones y de ellos me crecían otros tantos para el día siguiente.
Una de las tardes fuimos a Peñarota. Alguna que otra vez teníamos allí casetas para pasar el rato. Plásticos, ramas, cualquier cosa susceptible de ser pared, techo o suelo. No siempre, pero de vez en cuando los raposos hacían allí también su madriguera. No sólo era por verlos, es que según acercabas los pasos al lugar exacto, más apestaba. Pero era parte de la emoción. Nos morderían, se irían? La verdad que ellos a lo suyo y nosotros a lo nuestro. Nunca hubo problemas porque cada uno estaba dentro de su espacio.
No sé por qué me acuerdo estos días de una de esas tardes compartidas con los chicos. Nosotras éramos algunas mucho más pequeñas. Despuntaba aún así la cosa por el sendero de la pubertad y la hormona pendenciera. Uno de aquellos entretenimientos, al menos para ellos, era, tal y como así decían, cascársela y a ver quién llegaba más lejos. Cascársela? A mis oídos ignorantes de vocabulario sexual, no le decían nada, pero a mi cerebro bullicioso le daba por hacer cábalas de qué era aquello que cascaban y lanzaban supuestamente lejos. Que pasa, que nosotras no podíamos jugar a aquello?
Pero ellos no se rieron. Pacientemente, me contaron que lo que se cascaban era la "polla", que no pito sólo se llamaba aquello. Que la polla era muy grande, no sé yo, porque mirar no es que yo mirara mucho, pero de sus manos no sobresalía ni poco ni nada o al menos yo no la vi.
Tardé tiempo de hecho en ver algo, la única polla que había visto en una revista porno, para mi susto y espanto, tenía una cabeza enorme, atroz. Aquella visión me produjo terror, supongo que trucada o que al menos el propietario, como poco, había sufrido una picadura porque eso no podía ser posible que entrara por ningún orificio conocido por mí
Tiempo después, como a los nueve años, las monjas nos llevaron a una playa cercana a casa. A Bayota. Aún es una playa donde te pones al sol y al aire a culo, polla y coño tan ricamente. Que por qué uso tanta palabra polliculcoñil? Jolín acababa de descubrirlas y estoy rememorando metida nel papel.
Al grano, de arena esta vez, una calurosa tarde asturiana, nos llevaron a otra playa. Mira que estaba la nuestra, Llanes a un lado, Andrín al otro, pero no, había que meterse, de aquella, por esa senda de cabras, llena de zarzas y vegetación salvaje, arañas patilargas, culebras silbadoras y niñas con las piernas arañadas. Superada la bajada, ahora es otra cosa, hasta hay escalera y bajas en parte en coche si quieres, nos mandaron esperar. Alguna seglar se iba a acercar a los nudistas para explicarles que aquellas angelicales niñas iban a pasar a refrescarse al final de la playa y si eran tan amables, podrían cubrirse, taparse, enterrarse en la arena, no sé, ahogarse en las aguas del Cantábrico, lo que fuera por la salud visual de las pequeñas. Obvia decir, que a ver, con la de playas que hay alrededor, lo lógico es que la mayoría dijo que las llevaran a otra y punto pelota. Aún así, pasar pasamos y al menos yo, mirar miré. Y tócate las narices! Que los hombres, tenían pelo, igualito que nosotras, no en la cabeza no, no, allí rodeando la polla. Que ni tenía picaduras porque no estaba hinchada, ni la mayoría debía ser muy sobresaliente, porque lo que recuerdo claro era el vello púbico y algo que saltaba mientras jugaban a las palas.
Recuerdo que algunas, algo mayores que el resto, nos decían que nos fijáramos que aquella cosa saltarina flotaba en el agua, la verdad, que no llegué a verlo, pero lo creí a pies juntillas. En mi pueblo, escupía y aquel líquido, por cierto ,trasparente, saltaba como si le fuera la vida en ella. Que no era ese el color decían, que era del uso y abuso de darle a la cascada. Que aquello era muy sano y que ni  te quedabas ciego, ni te salían granos. Aquello ya era nivel experto, yo no entendía, pero tampoco era chico ni me amenazaban con que el averno desataría su furia sobre mí. La única que la desataba era mi madre sobre mí, zapatilla en mano cuando lo único que yo cascaba, era a una vecina mala y repugnante, pero creo que eso no entraba en castigos del averno porque este casacamiento lo único que lanzaba y escupía era la rabia que ambas nos teníamos. Nos teníamos? Dejémoslo aquí.
Ya otro día si eso, seguimos.

--Mayo--

sábado, 27 de mayo de 2017

Mis cosas de Cola Cao: El alma de mis cajas y sus dueños

Mis cosas de Cola Cao: El alma de mis cajas y sus dueños: Hablo del alma de las cosas en muchas ocasiones. Esta vez permitidme os cuente una historia breve de algunas de las cosas que se puede ...






Digo siempre que las viejas cajas de Cola cao guardan el alma de sus anteriores dueños.
Pasan de ser un simple almacenamiento a ser el cáliz sagrado del recuerdo...
Esa caja que queda perdida en un rincón bajo montones de cosas en un desván o un sótano. Es rescatada justo por la mano que guía a la mano que la encuentra.
...
No siempre las abres en ese momento. Suelen guardar fotos en blanco y negro, alguna en un borroso color primigenio. trozos de relojes, chupetes, lazos y a veces dolor.
El dolor se esconde detrás de las páginas de los libros y de las cortinas. Tras los visillos, mueve a veces la flor del geranio para hacerse patente. No sabe que no le olvidamos, que el dolor, aunque la vida siga, se queda como un aroma extraño en las canas que produce.
En una caja dorada de chinitos, al abrirla, respiré el dolor...Cerré, que no escapara allí, lo quería atesorar para el momento en que pudiera dejarlo manifestarse  en intimidad.
Telegramas de políticos de turno, telegramas de condolencia de unos empresarios a los que sus hijos esperan en casa, cómodamente, con la mesa puesta con el mantel blanco de la conciencia que no sabe de pérdidas trágicas.
Un recorte de periódico, tu nombre y el de tu compañero. Que cuenten lo que quieran, que escriban lo que gusten. Contigo se mató tu madre, contigo, se murió un poco toda tu familia. Contigo...qué triste sin ti.
No hay olvido aunque la vida siga. Tu foto, tus cosas, las pocas cosas que aún quedan por la casa.
Sentada en un desván, con mi hija pequeña, desempolvo una caja pequeña con tus últimos libros y apuntes. tus dibujos, se los muestro, tu letra tan bonita, todo en orden exacto. Cómo me recuerda esto a tus hermanos...
El nombre de una chica, tu novia, junto al tuyo. El recuerdo entre el amarillear de las páginas.
Lo guardo de nuevo todo, lo cierro con dolor, con pena, con angustia. Mi hija lo deja con cuidado, es la memoria de su tío, ella guarda tu guitarra en su habitación.
Ya en casa, sobre la mesa despliego el contenido de la caja de chinitos.
Leo cada palabra, cada telegrama.
Saco el recorte, no tiene la fecha, no importa, el 7 de febrero no se nos olvida a nadie, tu madre se encargó de sentarte a nuestra mesa. Es más, creo todos te sentimos alguna vez entre nosotros.
El alma de sus anteriores dueños guardan mis cajas. Y como algo sagrado tienen su lugar en mi casa, a mi lado, a nuestro lado.
--Mayo--

miércoles, 24 de mayo de 2017

Si no tú




No es el amor si no tú el que se enreda en mi cabeza. Aquí un murmullo precedido del jadeo, de la saliva sabia de tu lengua en mi pecho y en mi vientre.
No es aquel rumor de amaneceres prudentes, la cadencia exacta que precedía la despedida. No hay más adiós que el hasta un rato, en nada estoy, voy a buscarte.
Ya no espero sentada en los parques al que nunca acercó sus pasos. No miro el mar cada noche en compañía de mi perra lanzando mensajes a las olas. Mi mar se queda anclado entre mis dedos y la arena.
Hace calor, demasiado a esta orilla que dejé hace un momento. Es Mayo y huele a flores, a sal marina, a sal entre mis piernas, tú que no comes soso, que no concibes la vida sin mi compañía. Un ladrido y un gruñido me precede, la casa entonces se ilumina cada atardecer, se llena de inciensos y amapolas rojas.
Es el tiempo de abandonarse al tiempo, al momento latente, el tiempo de bajar corriendo hasta la orilla de mi infancia.
Ahora nos quedamos las dos aquí, en casa, a tu lado. Cenamos a la luz de la noche en la huerta trasera y desde el jardín llegan las voces de los niños. Pronto todo se llenará de turistas escandalosos. Harán fotos de nuevo al tejo de la entrada, robarán las rosas y las peonías. Haremos como si nada, aunque cojan las cerezas, aunque escupan las pepitas, aunque todo fuera diferente este verano y el rumor fuera escaso y lejano, me daría lo mismo, porque eres tú el que está en mi cabeza antes y después de besarme tirados en mi playa.


--Mayo--

Cómo decir, amor, en qué momento





Cómo decir, amor, en qué momento
te rompes dulcemente entre las manos,
sin quejas, sin recuerdos, sin arcanos
y tal vez sin temor ni sufrimiento.

Cómo volver a amar, qué sentimiento
de elementos divinos o profanos
puede reverdecer entre desganos,
en la etapa final del desaliento.

Pregunta al corazón por qué no cree,
pregúntale al mirar qué cosas lee,
pregunta al labio cruel por qué no besa,

y te dirán, sin duda, su fatiga
del amor fiel o la pasión mendiga,
su falta de esperanza o de sorpresa.

--Julia Prilutzky--



domingo, 14 de mayo de 2017

PARTIMOS





Partimos para distanciarnos del lugar que nos crio y para ver el otro lado de la aurora.
Viajamos buscando la fuente de nuestro nacimiento. Partimos para completar el alfabeto, para cargar nuestro adiós de promesas, para viajar tan lejos como el horizonte, anulando nuestro destino y esparciendo las páginas al viento, antes de permitir que huya, o tal vez no, nuestra historia en otros libros.
Partimos hacia destinos no escritos para decir a los que hemos conocido que retornaremos para establecer relaciones otra vez. Partimos para aprender el lenguaje de los árboles que no viajan; para escuchar el tintineo de campanas en los sagrados valles en  busca de dioses más piadosos; para arrancarles a los extranjeros la máscara del exilio; para susurrar a los transeúntes que, como ellos, nosotros también pasamos, y que nuestra historia es efímera, tanto en la memoria como en el olvido, lejos de madres que encienden las velas de la ausencia y acortan el lapso del tiempo cada vez que elevan sus manos al cielo.
Partimos para no ver a nuestros padres envejecer, para no advertir las marcas del tiempo en sus rostros. Partimos para anunciarles a los que amamos que aún los amamos, que la distancia no puede asombrarnos y que el exilio puede ser tan dulce y fresco como la patria. Partimos para que al regresar un día, nos reconozcamos como exilados donde quiera que estemos. Partimos para borrar la diferencia entre aire y aire, agua y agua, cielo e infierno. Nada nos importa el tiempo, contemplamos la inmensidad, vemos olas brincando como niños, mientras el mar refluye entre dos barcos: uno que parte y el otro hecho de papel en manos de un niño.
Partimos como un payaso que viaja de poblado en poblado, guiando a sus animales que enseñan a los niños su primera lección de tedio. Partimos para engañar a la muerte que nos persigue de un sitio a otro. Continuaremos así hasta que estemos perdidos, para que donde quiera que vayamos nunca más nos encontremos a nosotros mismos y para que de esta forma nadie pueda encontrarnos.
--Issa Majluf--

EL AMOR ME ENSEÑA A NO AMAR  





El amor me enseña a no amar, a abrir la ventana
al borde del camino. ¿Puedes emerger de la llamada de la albahaca
y partirme en dos: tú y lo que queda de la canción?
Cualquier amor es el amor. En cada amor veo el amor, como muerte de una muerte precedente.
Viento que se afana en impulsar a los caballos, entre nubes y valles, a su madre-viento.
¿No puedes salir del tintineo de mi sangre para que acune este ardiente deseo,
para que aparte a las abejas de los pétalos de la rosa contagiosa?
Cualquier amor es el amor. Me pregunta: ¿cómo ha vuelto el vino a su madre y se ha quemado?
¡Qué dulce es el amor cuando atormenta y destruye al narciso del deseo!
El amor me enseña a no amar y me deja a merced de las hojas.

--Mahmud Darwish --

miércoles, 10 de mayo de 2017

Que el tiempo sea





Un poco más de tiempo, si no lo hay lo crearemos. Un poco de eso que llaman horas. Nos bastan una, dos o todas.
No importa si sólo fuera el tiempo justo de un instante, si se pasara como todo el que voló desde que nos damos el lujo de perderlo para mirarnos. Así, sin decir nada, sin quitar la mirada de nuestro alma.
Tiempo, qué es si no aquella sucesión de nosotros, de nuestros momentos, de nuestros amores, de nuestro arte?
De todas formas, cuando veo el modo en que me miras, tengo claro que el tiempo, simplemente no existe. Es una invención para contarnos que todo acaba, que muere como esas horas que definimos, como esos minutos que se pierden, dicen algunos, mirando el vacío de tus ojos.
Tiempo para escuchar, para crear más tiempo contigo. Pues para eso existe el tiempo, para que nos vuelva locos de atrás a adelante, para que  discurra tan rápido como mi presencia marque en ti, para que el tiempo sea, pues sin eso no puedo darte más tiempo.

--Mayo--